Tormentas de verano.

Te envuelve, se apodera de ti. Todo lo que hay alrededor se detiene. El sol se apaga, la luz se va, todo se cierne oscuro. Te bloqueas, y un sudor árido recorre tu cuerpo. Te entran escalofríos. Cierras la boca, aprietas los dientes, la mandíbula se bloquea, el ceño se frunce. Sientes un estallido eléctrico en todos y cada uno de tus músculos. Descubres algunos que no sabías que existían. Un resorte se activa y de repente estás de píe. Gritas con fuerza, las palabras sinsentido se apresuran por salir. Tus tripas, tu cuerpo y tu corazón te golpea por dentro. La respiración se entrecorta. Sientes claustrofobia en tu caja torácica. Necesitas romper la coraza de ti mismo, verte en tercera persona, transcender el traje que habitas.

Las avalanchas emocionales arrasan con todo. Erosionan tu alma. Acumulas durante meses, la nube se carga, se producen nudos en tu estómago. Y en un pestañeo, todo sale a borbotones. Todo lo que rumiáste se convierte en vómito de rabia.

Las riadas destruyen la cosecha.

Necesito volver a sembrar.

Avísame, por favor, cuando pase la tormenta

 

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18 Noviembre. Atenas


andonadando.

No sé como he podido llegar  hasta aquí. Todo ha cambiado, yo he cambiado, aunque reconozco este lugar. Estaba haciendo equilibrio sobre el alambre de espino de la razón y el corazón y, de pronto, me rompí en mil pedazos.  Y caí. A lo más oscuro de mi ser. Otra vez.

Me lo he intentado justificar de mil maneras. No iba a volver a ocurrir.  Pero tropecé en el descuido, me volví ciego, sordo, mudo. Di el pan a las palomas en vez de comérmelo. Ahora tengo hambre de vida.  De nada vale lamentarse, eso ya pasó. Toca volver a salir a flote.

Estoy sumergido en el mar de incertidumbre, espeso como el aceite, en el que cada movimiento me permite avanzar, pero resulta extenuante.  Si paro, me hundo más. Los músculos se engarrotan, el corazón se agrieta y las heridas no paran de sangrar.  Nunca me gustó nadar, mi cuerpo se entumecía y los labios tornaban azabache. Prefería estar en la orilla. Ahora no puedo evitarlo, el miedo se ha empoderado de mi alma, la confusión puebla mi cabeza. Las cadenas que me atan están frías y oxidadas. Me he vuelto a revelar, mis fantasmas se han amotinado y necesitan salir de los muros que los rodean. Siento la angustia, la asfixia, la ansiedad.

El aire se me está acabando.

Necesito salir de aquí.

Seguir nadando.

Nadando.
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17 de Noviembre. Atenas


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El 17 de noviembre de 1973, más de 90 personas fueron asesinadas y miles resultaron heridas a manos de los militares de la fascista “dictadura de los coroneles”. La Universidad Politécnica de Atenas, fue liberada por los estudiantes en denuncia por la crueldad y las faltas de libertades que el estado estaba imponiendo, siendo un episodio más dentro de la guerra fría, donde el continente americano y sus aliados sirvieron al régimen dictatorial de Georgios Papadopoulos.

Resulta insultante que esta semana, el premio nobel de la paz del 2009, Barack Obama, visite Atenas. Una demostración más de poder, de quien lleva los pantalones del mundo. Quizás quiera saludar a todas esas personas a las que, en nombre de la democracia, intervino en sus vidas. A todas aquellas que gracias al militarismo, fueron encarcelados, asesinados y perseguidos a manos de un pusilánime dictador. Memorias histéricas de presentes históricos, en los que solo hay fosas comunes. Quizás quiera ser vitoreado por todas estas personas que se afinan en las calles y en mugrientos campos de concentración gracias al imperialismo y a las misiones de paz. O despedirse de todas esas que empacan sus enseres para volver a su tierra natal y recibir allí a la muerte en vez de seguir en la sala de espera de la desesperanza. No debió aprender en su escuela de Hawai que las acciones tienen consecuencias.

Querían hacer “lo que la primavera hace con los cerezos” con la democratización y occidentalización de éstos “bárbaros”, pero siempre será invierno. La configuración del mundo tal y como hoy lo conocemos, con la regla y el cartabón de Sykes- Picot, Sèvres y Balfour (entre otros) los muros imaginarios de la identidad y de manada, la destrucción del Sham y las promesas de la paz que nunca llegaron: quizás, y solo quizás, sean razones suficientes para que las nevadas sean perpetuas. Como las millones de muertes que realizan para que tan solo uno sobreviva. Ese ente que todo lo engloba,que no lo ves pero lo sientes, como el dedo de un doctor haciéndote un tacto rectal.

Decía Patrick Cockburn, que en la intervención de los EEUU en Iraq había sido más devastador destrozar la estructura política que los miles de muertos por los bombardeos. Ademas que, para más inri, se desató una nueva guerra civil entre suniís y chiís. No les sirve con masacrar, quieren destruirlo todo y sembrar sal como en las ruinas de Babilonia.

Y mientras tanto, nos dan nombres para que temamos al horror y enfoquemos nuestro odio contra los enemigos de la integridad y la identidad europea ISIS, DAESH, Estado Islámico, Al Nusra, Boko Haram… Pero no vemos, ni siquiera miramos, hacia la mano que los crea y les da de comer

Estados Unidos de América, Rusía, Europa, España… Si, España,nuestra querida patria se ha convertido en la séptima potencia en venta de armamento bélico. Curiosamente, la relación más estrecha de nuestro reino en el mercado de la sangre es con Arabia Saudí, país que abiertamente se encarga en financiar y entregar armas al Estado Islámico.

Y Lloramos. Nos lamentamos sobre el horror que se vive más allá de nuestros televisores pero no vemos que nosotros mismos los avivamos con cada una de nuestras acciones, regalando nuestra voluntad de poder a esos simios trajeados y sus fieles corporaciones escuderas. Orgullosos de la marca España, nos resignamos y maldecimos a esos locos radicales.

Algunos temen a Trump porque puede llegar una tercera guerra mundial, pero no se dan cuenta de que ya la estamos sufriendo. Afganistán. Somalía. Yemen. Pakistán. Iraq. Palestina. Kurdistán. Ucrania. Jordania. Egipto. Túnez. Libia. Siria. Sudan del Sur. Nigeria. Mali. Ruanda. República Democrática del Congo. Ejemplos suficientes que demuestran que la rueda del molino tiene que seguir girando

El problema no reside en los estandartes del sistema si no en la estructura del mismo, que se hace el harakiri para seguir vivo.
Ni coletas, farlopos, gilaris, lepens, rajois, chipras o tramps van a reflotar la humanidad. Nadie nos va a salvar de la destrucción total más que nosotros mismos en la creación “mundo” nuevo.

Ya lo dijo Bertold Bretch, no consiste en tener otrxs pastores, sino en dejar de ser rebaño.

 

15 de noviembre. Atenas


Slovenian days.

 

Llueve. No ha pasado mucho tiempo desde que llegue, y el sol apenas ha salido un par de horas. Lo echo realmente de menos. Lo bueno de los días grises es que te hacen valorar más los colores.

Salgo de Metelkova en dirección al centro social ROG, no sin antes parar a pillar unos litros, ni que decir tiene, algo en mi cabeza me dice que necesitaré traductores. Lo que antiguamente fue un cuartel militar y una fábrica de bicicletas respectivamente, hoy alberga galerías de arte, skateparks y centros sociales gracias a la acción directa del pueblo por recuperar espacios.

Llego tarde. Paso sin llamar. Dentro, sólo una cara conocida. Alrededor de diez personas están sentadas en círculo. El ambiente, mudo, está cargado de nerviosismo. Saludo y, como si de un alto mando militar se tratase, se levantan como un resorte a darme la mano y presentarse. Es inútil porque no recordaré ningún nombre. Intento entablar una conversación para romper el hielo, pero los chicos solo sonríen y asienten con la cabeza. Conozco eso, soy practicante, mi táctica favorita en los últimos meses. No me están entendiendo una mierda. Jodidas brechas lingüísticas. Pillo una silla, abro un litro y espero, no sé el que, pero espero.

La puerta se abre de nuevo y entra Rahdilki, de origen egipcio. Es voluntario en el campamento del sur de Liubliana, y hace como puente entre el árabe, el farsi y el inglés. Sigue llegando gente y terminamos juntándonos una buena vasca. Hombres del Kurdistan y Siria, pero también Afganos, Iraníes e Iraquíes. Ni rastro de las mujeres. Las palabras comienzan a fluir.

Tienen la mirada vacía, perdida, pero las camuflan con gestos de esperanza. Sonríen, no paran de sonreir, porque estan vivos. Pero han perdido absolutamente todo. Nadie se recupera totalmente de la pérdida de una madre; aquí, allí o en la conchinchina. Ver la casa donde te criaste convertida en un solar o niños huérfanos caminando sin rumbo por las calles ,son el escalofriante preámbulo de las historias que cuentan, pero que se han convertido en cotidianas. Uno de los chicos me dice entre risas, que los dos somos mochileros por Europa. Yo… yo viajando para encontrarme conmigo mismo… y tu… tu corriendo de las bombas. Me siento un grandisimo hijo de puta.

Podrían sentir odio, rabia, ira… pero la incomprensión lo acapara todo. Huyen de sus casas, el hambre les acecha y durante su peregrinación son torturados, robados, violados e incluso asesinados. Y cuando llegan a la tierra “prometida“ , se les da con la puerta en los dientes. Y mientas tanto, los medios de comunicación distraen nuestra atención con absurdos discursos europeistas, acerca de los refugiados y toda esa contienda que han montado para separar las causas de las consecuencias. No es una crisis de inmigración, es una guerra por el monopolio del petroleo, por controlar puntos estratégicos y por amedrentar gobiernos socialistas. Hasta que los esfuerzos no se centren en detener la hemorragia, la herida seguirá sangrando.

El imperialismo neocolonialista se disfraza con turbante y mata. Pero el capitalismo mata dos veces. Es el cuento de siempre. Las personas que han conseguido zafarse de la guerra son la clase media-alta que ha podido afrontar el privilegio de un viaje sin fin. Mientras tanto, los pobres siguen cayendo. Para los enfermos del darwinismo social, la mayoria de las personas que estan huyendo de sus casas son medicos, abogados, empresarios… Nahir , por ejemplo. Trabajo como traductor de la OTAN durante la invasion norteamericana de Afganistan, y fue gerente de Microsoft en Dubai. Pasó 19 días con los ojos vendados y las manos atadas a la espalda, sin saber si un verdugo del Daesh lo ejecutaría o no.

Pero ya basta con ese discurso utilitarista y rancio. Han de saber que todavía quedan lxs camareros, lxs barrenderos, lxs amas de casa, lxs vagos y lxs borrachxs… Las personas, joder, las personas, siguen ahí. Y van a seguir muriendo hasta que la comunidad internacional decida acabar con esta masacre de la que, mientras tanto, todos somos complices.

Cómplices por dejar nuestra voluntad de poder en manos de otrxs . Complices de permitir con total pasividad un genocidio de esta escala, del cierre de las fronteras y de la mercantilización de los seres vivos. Complices de criminalizar y etiquetar a las personas, de repetir sus discuros que bien recuerdan a la historia mas oscura de Europa y de seguir apoyando las políticas imperialistas y sus mercados. De mirar hacia otro lado. 

Pero no todo esta perdido.

Entre más alambradas pongan, más altos serán los gritos de bienvenida.

 

11-03-2016. Liubliana.


Cerca del mar.

Siempre quise vivir cerca del mar.

Despertarme con el graznar de las gaviotas que salen a pescar al alba o las que disfrutan del vuelo como Juan Gaviota. Escuchar las bocinas de los marineros que faenan. Respirar aire húmedo, con sabor a salitre y verano, sulfuro de dimetilo que dicen los científicos. Subir a un acantilado para perder la vista más allá del horizonte, mientras ves como el sol se despide de ti hasta mañana. Pasear descalzo sobre la arena mojada viendo como tu vida deja huella y recoger conchas de ermitaños que dejaron de serlo.

Construir castillos de arena tan cerca del agua que cuando sube la marea se destruyen y desaparecen, dejando tan solo el recuerdo de lo que fue. Como pasa con la vida de las personas. Un día te levantas y ves que toda tu realidad ha cambiado irremediablemente.

Pero lo que más me gusta del mar, son sus olas.  Que después de romper, siempre encuentran la manera de reinventarse. Como la vida de las personas.

 

Lunex. 17-09-2016. Skaramagas.


Ellenikos.

Los aeropuertos, símbolo de la fugacidad del tiempo, del tránsito de las personas, la ciudad cosmopolita que nunca duerme.
¡Qué paradójico!
Hoy, en la terminal de salidas internacionales del aeropuerto de Ellenikos, se amontonan miles de humanos.
La megafonía pide que, por tu propio interés, mantengas tus pertenencias controladas en todo momento. Ellos se encargarán de robarte.
Los vuelos hacia la Europa de la vergüenza han aterrizado, pero se ruega a los pasajeros que se queden en la sala de espera de la desesperanza. El tiempo se ha detenido para las peticiones de asilo y las reunificaciones familiares.

No puedes salir de la terminal sin tus papeles.
Papeles para rellenar papeles.
Papeles para no perder los papeles.
Tampoco puedes entrar en la terminal sin ellos.
Antes de poder pestañear, una mujer nos invita a irnos por no tener permisos del ministerio.
Hemos tirado a todas estas personas al suelo, las hemos pisado y pateado.
Al menos dejadnos tender la mano para ayudarles a levantar.
La ayuda institucionalizada es el burka de la tragedia.

A pocos metros de la pista, se erige un complejo deportivo. Diseñado para las olimpiadas de Atenas del 2004, nunca llego a estrenarse por completo
Proyectos faraónicos, demostraciones de poder. Envases de usar, a veces, y tirar.
Levantan edificios mientras destruyen hogares y familias.

Uno de los estadios de baloncesto es el mayor almacén y distribuidor de ayuda humanitaria de la capital helena.
En los vomitorios se dibujan los estrechos pasillos que son flanqueados por muros de cajas de cartón que acumulan toneladas y toneladas de ayuda humanitaria. Alzas la vista y nunca ves el principio, ni tampoco el final.
La cara más empática de la humanidad, que ama a la manada y por tanto la cuida, que crea solidaridad que no entiende de fronteras ni de nacionalidades y que sigue a un paso fijo sin detenerse para tomar aliento. Pero cuando respiras, todo se empaña.

Es el reflejo de la opulencia y la Europa del derroche.
Necesidades para cubrir necesidades.
Somos insaciables e instantáneos, el presente convertido en pasado.
Destruir para construir, para cerrar y alimentar el círculo

Esclavitud para producir.
Sangre por petróleo.
Mares que engullen personas.
Y el horror de sus consecuencias.

La pistola dispara y mata, pero ¿quién y por qué se aprieta el gatillo?

12 de Octubre. Ellenikos

 


Viajes al centro de la ti-erra

En otra ocasión, no me hubiera importado; es más, lo hubiera deseado.

Doscientas toneladas de hierro precipitándose al vacío y estrellándose contra la superficie del mar. Un golpe seco y el único recuerdo serían las patillas de titanio del hombre de delante que se levanto en dos ocasiones al servicio, y cómo no, una lista. Esta vez de pasajeros hacia el más allá.

A la mierda con sus “y si” y sus protocolos. Que necesidad tengo de explicaciones de que hacer en caso de que ocurra esto o aquello, si total, el fin sería el mismo. Quizás, haber visto Fight Club hasta la saciedad, ha hecho que me postulase de esta manera. El oxígeno, coloca. Una mascarilla colgando del techo para matar los nervios tras una caída de presión o ver un cómic de felices mujeres agarrando a sus niños y huyendo de un avión en llamas, como si no hubiera pasado nada. Quien creyó en todo eso. En caso de emergencia, decidiría morir o le pisaría la cara a esa embarazada sentada al lado de la salida de emergencia con el fin de escapar cuanto antes del avión. Al fin y al cabo, somos instinto.

Pero esta vez era diferente. Todo era diferente. Podría haber aplaudido como aquellos ancianos en viajes del inserso, que se aferran a la vida cuando la muerte les pisa los talones. Podría haber dado las gracias a toda la tripulación, por un viaje sin incidentes y por la bolsita de cacahuetes extrasalados que reparten azafatas cuyas rodillas chocan contra el asiento de adelante debido a sus largas piernas, que casualidad. Podría haber deseado “feliz estancia” a la compañera de al lado por pura cortesía y sentir acompañado a mi ego.

Sin embargo, esta vez, sonreí.

Sonreí por estar y por volver a sentirme vivo.

 

6 de Octubre. Atenas