Slovenian days.

 

Llueve. No ha pasado mucho tiempo desde que llegue, y el sol apenas ha salido un par de horas. Lo echo realmente de menos. Lo bueno de los días grises es que te hacen valorar más los colores.

Salgo de Metelkova en dirección al centro social ROG, no sin antes parar a pillar unos litros, ni que decir tiene, algo en mi cabeza me dice que necesitaré traductores. Lo que antiguamente fue un cuartel militar y una fábrica de bicicletas respectivamente, hoy alberga galerías de arte, skateparks y centros sociales gracias a la acción directa del pueblo por recuperar espacios.

Llego tarde. Paso sin llamar. Dentro, sólo una cara conocida. Alrededor de diez personas están sentadas en círculo. El ambiente, mudo, está cargado de nerviosismo. Saludo y, como si de un alto mando militar se tratase, se levantan como un resorte a darme la mano y presentarse. Es inútil porque no recordaré ningún nombre. Intento entablar una conversación para romper el hielo, pero los chicos solo sonríen y asienten con la cabeza. Conozco eso, soy practicante, mi táctica favorita en los últimos meses. No me están entendiendo una mierda. Jodidas brechas lingüísticas. Pillo una silla, abro un litro y espero, no sé el que, pero espero.

La puerta se abre de nuevo y entra Rahdilki, de origen egipcio. Es voluntario en el campamento del sur de Liubliana, y hace como puente entre el árabe, el farsi y el inglés. Sigue llegando gente y terminamos juntándonos una buena vasca. Hombres del Kurdistan y Siria, pero también Afganos, Iraníes e Iraquíes. Ni rastro de las mujeres. Las palabras comienzan a fluir.

Tienen la mirada vacía, perdida, pero las camuflan con gestos de esperanza. Sonríen, no paran de sonreir, porque estan vivos. Pero han perdido absolutamente todo. Nadie se recupera totalmente de la pérdida de una madre; aquí, allí o en la conchinchina. Ver la casa donde te criaste convertida en un solar o niños huérfanos caminando sin rumbo por las calles ,son el escalofriante preámbulo de las historias que cuentan, pero que se han convertido en cotidianas. Uno de los chicos me dice entre risas, que los dos somos mochileros por Europa. Yo… yo viajando para encontrarme conmigo mismo… y tu… tu corriendo de las bombas. Me siento un grandisimo hijo de puta.

Podrían sentir odio, rabia, ira… pero la incomprensión lo acapara todo. Huyen de sus casas, el hambre les acecha y durante su peregrinación son torturados, robados, violados e incluso asesinados. Y cuando llegan a la tierra “prometida“ , se les da con la puerta en los dientes. Y mientas tanto, los medios de comunicación distraen nuestra atención con absurdos discursos europeistas, acerca de los refugiados y toda esa contienda que han montado para separar las causas de las consecuencias. No es una crisis de inmigración, es una guerra por el monopolio del petroleo, por controlar puntos estratégicos y por amedrentar gobiernos socialistas. Hasta que los esfuerzos no se centren en detener la hemorragia, la herida seguirá sangrando.

El imperialismo neocolonialista se disfraza con turbante y mata. Pero el capitalismo mata dos veces. Es el cuento de siempre. Las personas que han conseguido zafarse de la guerra son la clase media-alta que ha podido afrontar el privilegio de un viaje sin fin. Mientras tanto, los pobres siguen cayendo. Para los enfermos del darwinismo social, la mayoria de las personas que estan huyendo de sus casas son medicos, abogados, empresarios… Nahir , por ejemplo. Trabajo como traductor de la OTAN durante la invasion norteamericana de Afganistan, y fue gerente de Microsoft en Dubai. Pasó 19 días con los ojos vendados y las manos atadas a la espalda, sin saber si un verdugo del Daesh lo ejecutaría o no.

Pero ya basta con ese discurso utilitarista y rancio. Han de saber que todavía quedan lxs camareros, lxs barrenderos, lxs amas de casa, lxs vagos y lxs borrachxs… Las personas, joder, las personas, siguen ahí. Y van a seguir muriendo hasta que la comunidad internacional decida acabar con esta masacre de la que, mientras tanto, todos somos complices.

Cómplices por dejar nuestra voluntad de poder en manos de otrxs . Complices de permitir con total pasividad un genocidio de esta escala, del cierre de las fronteras y de la mercantilización de los seres vivos. Complices de criminalizar y etiquetar a las personas, de repetir sus discuros que bien recuerdan a la historia mas oscura de Europa y de seguir apoyando las políticas imperialistas y sus mercados. De mirar hacia otro lado. 

Pero no todo esta perdido.

Entre más alambradas pongan, más altos serán los gritos de bienvenida.

 

11-03-2016. Liubliana.


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